miércoles, 24 de julio de 2019

SIETE EUROS Y UN PAQUETE DE GALLETAS – Capítulo I: Pordiosera emocional

SIETE EUROS Y UN PAQUETE DE GALLETAS  
Capítulo I: Pordiosera emocional

     Siete euros y un paquete de galletas son el resultado de un día de mendicidad en Madrid. Conozco bien la mendicidad: he pasado toda mi vida mendigando cariño.

     Mónyca Bourás, mi Maestra y Terapeuta, me hace una propuesta insólita: empujar los límites, hacer algo que jamás haría en mi vida. 

     Verme en la calle, arruinada, pidiendo limosna entre cartones ha sido mi peor pesadilla, una idea que me ha aterrorizado y me ha perseguido más allá de las dos veces en que me he arruinado; es mi mayor miedo. Decido mendigar, aunque pienso que lo que saque de pedir en la calle voy a tener que gastarlo en terapia, porque me voy a quedar fatal. Me da miedo hacerlo  y sin embargo confío en Mónyca.

     El lunes 15 de julio hago un ensayo general: Salgo a pedir con Shalom por la zona de Azca, junto al Corte Inglés de Castellana. Llevo este cartel:

“NUNCA PENSÉ VERME ASÍ. SI TU CORAZÓN TE DICE QUE NOS AYUDES, GRACIAS. DE TODOS MODOS, QUE DIOS TE BENDIGA”, con un corazón rojo.

Veo a una gitana rumana pidiendo en la esquina de un banco, le daré a ella lo que consiga, aunque creo que no voy a sacar nada. Me cuesta empezar, siento mucha vergüenza y miedo, me flaquean las piernas y estoy mareada. Por fin  saco el cartel y Shalom despierta más compasión que yo, algún murmullo de “pobre perrito” y la caricia fugitiva de una señora. Me siento en un banco, si alguien lee el cartel y le miro a los ojos sale huyendo…Me doy cuenta de que tengo que estar muchas horas y no mirar a nadie a los ojos si quiero conseguir algo. También tengo que dejar de ducharme y vestirme peor, aunque llevo una camiseta de hace 18 años llena de pelotillas voy demasiado bien vestida. 

     Hace mucho calor, estoy sudando a mares y tengo un estado de conciencia en el que me siento flotar,  la vergüenza de mendigar ha desaparecido. Aunque mido 1,80 m  y Shalom es una perra grande y negra parecemos no existir para nadie. Ella se porta de una forma increíble: es una perra inquieta y muy joven que permanece todo el tiempo tranquila, creando una barrera invisible de protección, tumbada, con la cabeza sobre mis pies. Entiendo a la perfección el amor que sienten los indigentes por sus perros, siento su fidelidad y su amor carente de juicios, pase lo que pase, en cualquier situación, solo quiere estar conmigo.

     No hemos conseguido nada. La soledad es abrumadora, me siento invisible de una forma dolorosa. Es un estado que conozco muy bien, el de pordiosera emocional. Por fin me doy cuenta de que mendigar me hace invisible. Después de una hora pidiendo en la calle Shalom y yo nos miramos a los ojos y regresamos a casa.






2 comentarios:

  1. Hola Shalom, vaya experiencia a la que te ha llevado tu querida compañera, ama, cuidadora,etc humana. Como son los humanos verdad? Tū estabas tan a gusto a su lado, igual que cuando te lleva a esos frondosos bosques que soléis ir.Cuando los humaonos pierden la conexión con su amo, cuidador, es como cuando nos abandonan en la perrera, verdad? No hay bálsamo para tanto desamor!. ? Cuando perderán los humanos esa conexión?
    Quién les abandona? Serán ellos que pierden la pista de la vuelta a su casa? Un humano en un parque le decía a otro que por lo visto la conexión está siempre dentro de ellos, como los chips que nos ponen a nosotros, pero que se les olvida, quizás por alguna pelea o daño que les han hecho. Mientras no la recuperen, van andar olisqueando por ahí de mala manera. No hay nada que nos consuele cuando nos perdemos, verdad?
    Vale la pena recorrer el mundo hasta volver a encontrar nuestro lugar, junto a nuestr@ am@ querid@ compañer@ del Alma. No hay nadie ni nada que lo pueda suplir. Sólo nos vale sentir el cariño de Nuestr@ Am@, lo demás nos hace sentirnos pordioseros emocionales como a ellos. Shalom, que suerte tienes!! Está colmado todo tu Ser y te das igualmente, sin medida!! Un abrazo.Emilio

    ResponderEliminar
  2. Gracias Emilio, por tu sensibilidad y comprensión. Un abrazo

    ResponderEliminar